¿Puede un espectáculo convertirse en una herramienta de divulgación histórica? El parque Puy du Fou ha demostrado que sí: con una puesta en escena innovadora, logra emocionar y enseñar al mismo tiempo.
Hace unos días visité con mi familia Puy du Fou España, un parque temático muy distinto a lo que solemos imaginar. Aquí no hay atracciones mecánicas ni montañas rusas: todo gira en torno a grandes espectáculos de inspiración histórica.
En el escenario cobran vida episodios y personajes de nuestro pasado: el Cid en El Último Cantar, Lope de Vega en A Pluma y Espada, la invasión napoleónica en El Tambor de la Libertad o la historia de los visigodos en El Misterio de Sorbaces. Cada espectáculo combina teatro, danza, música, batallas coreografiadas, caballos y efectos sorprendentes que impactan y emocionan al espectador.
La experiencia no se limita a lo que ocurre en el escenario. El propio parque recrea entornos históricos —un campamento andalusí, una villa del Siglo de Oro o un poblado medieval—, con un cuidado máximo por la ambientación. Los visitantes se mueven en un espacio donde casi todo lo moderno queda oculto, reforzando la sensación de inmersión.
Entretenimiento, ¿reñido con el rigor histórico?
¿Es todo absolutamente riguroso desde el punto de vista histórico? No, ni lo pretende. Igual que una novela o una película de ficción histórica, selecciona, adapta y recrea. Pero lo hace con una premisa clara: el entretenimiento es el vehículo para despertar la emoción, y esa emoción abre la puerta al conocimiento.
Y aquí está, en mi opinión, la verdadera lección: Puy du Fou demuestra que la Historia puede contarse como espectáculo sin perder su valor divulgativo. Miles de visitantes cada año viven una experiencia memorable que, sin ser una clase de Historia, deja en ellos huellas y referencias del pasado.
Este modelo, salvando las distancias, conecta con la filosofía con la que planteo mis propios proyectos culturales: acercar la Historia a todos los públicos, equilibrando rigor con diversión, conocimiento con emoción. Porque lo que se siente, se vive y se recuerda, permanece mucho más tiempo que lo que simplemente se lee en un manual.